La Monarquía (II): David

David, en hebreo, ו , «el amado» o «el elegido de Dios»; c. 1040-970 a. C. fue el segundo rey israelita, sucesor del rey Saúl, cuya historia se narra en los libros de Samuel que son la crónica principal de su vida y su reinado, continuando con sus descendientes en el Libro de los Reyes. Fue padre de uno de los grandes gobernantes de Israel, Salomón.


David es considerado como un rey esencialmente justo, valiente y apasionado, aunque en ninguna manera exento de pecados, así como un aclamado guerrero, músico y poeta, y al que tradicionalmente se atribuye la autoría de muchos de los salmos del Libro de los Salmos.

David es ungido rey por Samuel, grabado de Doré
David pertenecía a la familia de Isaías de la tribu de Judá, era el “el menor” (1 Sam. 16,11) de los “ocho hijos” de Isaí (1 Sam. 17,12). Y como era costumbre, el menor era el más postergado y se le daban tareas pastoriles. Tres de sus hermanos eran soldados de Saúl. Samuel el profeta, por mandato directo de Dios viaja a Belén a buscar al nuevo ungido, específicamente a la familia de Isaí.

Dios, por medio del profeta Samuel, había retirado su favor (bendición) a Saúl, rey de Israel. Saúl había pecado, a los ojos de Yahvé, al desobedecer, durante la batalla de Michmash, el mandato de destruir a todos los enemigos amalecitas.

Yahvé decidió que Samuel debía nombrar a un nuevo rey para Israel. Para eso lo envío a Belén, a casa de Isaí (Jesé) para que escogiese a uno de sus hijos. Samuel llegó a Belén, con el pretexto (para evitar la ira de Saúl) de realizar un sacrificio. Allí lo ungió como rey ante sus hermanos y se volvió.

David siendo bendito de Dios es nombrado músico a cargo de arpa y además paje de armas, no por ello dejando de lado sus labores pastorales. El talento para tocar el arpa calma el atormentado espíritu de Saúl, y le concede su buena disposición.

El reino de Israel, gobernado en ese entonces por Saúl, estaba en guerra con los filisteos. Estos contaban con un líder llamado Goliat, de estatura descomunal. Confiado en su gran fortaleza física, desafió a los ejércitos de Israel durante cuarenta días, a fin de que ellos eligieran a su mejor hombre, quien se enfrentaría a Goliat. Así se decidiría la batalla y el pueblo vencido sería 'esclavo' del ganador. David fue enviado por su padre para visitar a sus hermanos que estaban en el campamento, llevarles alimentos e informarse de su condición. Estando allí, escucha el desafío de Goliat. La Biblia muestra a David como "pastor", preocupado por defender a sus rebaños de los ataques de las fieras salvajes (leones, osos...) usando su talento y con la ayuda del cayado y la honda. Con base en ese antecedente posteriormente se ofrece, delante del rey Saúl, como voluntario para hacer frente al líder filisteo. Para los hebreos era un momento crucial de su existencia como nación autónoma. La batalla que se estaba gestando sería determinante. Es vestido con la armadura del mismo Saúl, pero al no estar acostumbrado a utilizar armadura, se deshace de ella, se dirige al campo de batalla con su honda y su cayado y recoge 5 piedras lisas de un arroyo.

Muerte de Goliat
Goliat se burla del cayado de David (asemejándolo a un simple "palo" (1ª Sam 17, 43), pero una vez trabada la pelea, David consigue vencer a su enemigo lanzando con su honda una piedra, que impacta en plena frente del gigante. Una vez caído, David corre hacia él y le corta la cabeza con su propia espada rematándole y se lleva la cabeza y las armas a su tienda. Así David consigue la primera de muchas victorias, que conseguirá confiando en Dios.

David ha ganado la confianza de los criados y la afición de todo el pueblo (1 Sam. 18,5). Pero ante la fama adquirida por ese joven, aparecieron los celos de Saúl (el rey), quien -alejándose de Dios- se está convirtiendo en “otra persona”. Comienza a perseguir a David, por lo que éste corre serio peligro y huye al desierto.

En la batalla con los filisteos (en Gilboá) el rey Saúl y su hijo Jonatán mueren. La denominada "Casa de Saúl" parece definitivamente anulada. David llora sus muertes y luego analiza la situación. Los adversarios (filisteos) se han hecho dueños de grandes regiones. Ante ello decide trasladarse hasta Hebrón, donde es ungido como rey. Por su parte, las tribus del norte procuran restablecer el poder de la debilitada Casa de Saúl, eligiendo como rey a Isboset, un descendiente del extinto rey Saúl.

Durante su permanencia en Hebrón, David era rey pero no conseguía el reconocimiento de las tribus norteñas de Israel. Lograr la unidad de las 12 tribus pasó a ser su objetivo primordial. Para ello, era indispensable alejarse de Hebrón, pues "allí estaban sus partidarios, sus familiares" (2 Sam. 2,3), allí "le habían nacido varios hijos", y todo ello era negativo para la independencia de criterio con que debía regir los destinos de un gran país. Sin embargo, con la muerte del hijo de Saúl, Jonatán con quien era amigo, los ancianos de Israel se acercan a Hebrón manifestando lealtad a David, por entonces de 30 años de edad.

Estaba muy claro que para lograr una total autonomía se necesitaba ubicar la capital en un lugar "neutral". El lugar ideal era Jebus, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte. Pero estaba ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, los cuales le expresaron: "Hueso y carne tuya somos" (2ª Sam 5:1-3) David se lanza a la conquista de la fortaleza de los jebuseos de Jebus y la hace su capital (se denominaría Ciudad de David ―luego Jerusalén―).

Parecía que la unidad se había conseguido. Las doce tribus reconocían a David como rey, como líder de una teocracia que pretendía instalar el "reino de Dios en la Tierra". El rey Hiram de Tiro envió mensajeros a David, y comenzó a suministrarle madera de cedro, también los carpinteros y albañiles para que construyeran la casa de David ".

David tiene la intención de construir un templo. Pero Dios le habla al profeta Nathan, diciéndole que el templo debe esperar a una generación futura, debido a que se han cometido crímenes. No obstante, hace un pacto con David, con la promesa de que establecerá la casa de David eternamente: «Tu trono será establecido para siempre."

Luego David conquistaría Soba y Aram (moderna Siria), Edom y Moab (actual Jordania), las tierras de los filisteos, así como de otros territorios, en muchos casos extermina gran parte de sus habitantes.

En los tiempos del sitio de Rabbah, David no asistió a la batalla quedándose en Jerusalén, después de una siesta, caminó por un terrado y observó en una casa vecina una mujer de hermosa apariencia bañándose y David la deseó. Se hizo informar y averiguó que su nombre era Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías, un soldado hitita principal que luchaba en Rabá. Esta condición no hizo desistir a David.

David la hace venir y yace con ella por lo que comete adulterio con Betsabé con la esposa de Urias el Hitita, mientras que su esposo luchaba en la batalla (en el sitio de Rabbah). El adulterio (para la mujer) era penalizado con la muerte en Israel. Betsabé queda embarazada, entonces David llama a Urias, a fin de que pueda estar con su esposa y ocultar la verdadera identidad del padre del niño. Sin embargo, Urías se niega a permanecer en su casa mientras sus compañeros están en la lucha, por lo que David cambia su estrategia: Lo envía de regreso al sitio de Rabbah pero da instrucciones a Joab (el comandante) para que sitúe a Urías en la parte frontal y mas difícil de la batalla, a fin de que lo mataran en combate. Betsabé guarda un luto por su esposo mientras un enamorado David espera.

David se casa con Betsabé (llegó a ser su esposa preferida) y ella lleva su hijo, "pero lo que había hecho David desagradó al Señor". El profeta Natán, sucesor de Samuel confronta a David, diciendo: "¿Por qué has despreciado la palabra de Dios, para hacer lo que es malo a sus ojos? Has herido a Urías, el hitita, con la espada y has tomado a su esposa para ser tu esposa" (2 Samuel 12:9). Por lo tanto, por adulterio y asesinato, Nathan declara que Dios le quitará la tranquilidad a su casa y al rey propiciándole zozobras continuas, un reino agitado, lleno de disturbios civiles violentos e intrigas. Además, aclaró David no iba a morir por esto (ya que David demuestra arrepentimiento); pero sí su hijo nacido de Betsabé.
Tal como lo había profetizado Natán, los errores del rey fueron la causa de diversos trastornos y zozobras a la llamada Casa de David. Uno de los hijos de David, Absalón cuya madre se llamaba Maachâ, y que había nacido en Hebrón, se rebela contra su padre, y llegan a luchar por el derecho al trono.

Todo ese tiempo de conflictos han deteriorado la imagen de David y su espíritu. Los sinsabores continuarían, pues Adonías (otro hijo nacido en Hebrón), también pretende reinar. Ambiciona el trono de su padre David, que por entonces ha perdido gran parte de su anterior prestigio.

Ya anciano, David estaba decrépito y postrado en cama. Aprovechando la debilidad de su padre, Adonías, su hijo superviviente (y heredero natural), se declara Rey. Betsabé, la esposa preferida de David, y Natan el profeta, temiendo por la actitud hostil del ambicioso Adonías, fueron con David para procurar un acuerdo que colocase a Salomón (el segundo hijo de Betsabé) en el trono.

David muere aproximadamente a los 70 años y es enterrado en ciudad de David. Había gobernado cuarenta años sobre Israel, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.

La Monarquia (I): Saúl

Saúl, primer rey de Israel, a finales del siglo XI a.C, aparece relatado en el libro primero de Samuel (a partir del capítulo 9 hasta el 31).

Ante las súplicas del pueblo al ya anciano juez Samuel para que nombrara un rey que los librara de los invasores filisteos, aquel, aunque creía que Dios debía ser el único soberano de Israel, consultó a Dios y ungió a Saúl, de la tribu de Benjamín. Saúl, hombre de gran valor y gran estatura, se mostró al principio un rey firme, que derrotó a amonitas, moabitas y filisteos, y estableció su capital en la ciudad liberada de Yábes-Galaad.

Saúl intenta matar de David, grabado de Gustav Doré
En el capítulo 15 de I Samuel encontramos cómo Saúl es rechazado por Dios dada su desobediencia en instrucciones de guerra específica (1 Sam. 15, 22). Debido a esto ordenó a Samuel que consagrara secretamente a David. Éste marchó a la corte de Saúl como arpista, pero los continuos triunfos militares que sucedieron a su victoria frente a Goliat provocaron los celos del rey, que intentó matarlo y debido a que Dios se había alejado de él en consecuencia (1 Sam. 16, 14). Gracias a la ayuda de su amigo Jonatán (1 Sam. 19) y a su esposa Mical, hija de Saúl, David pudo huir. La separación indubitable de Dios respecto a Saúl se lee en 1 Samuel 28, 15.

La narración bíblica sobre Saúl describe que éste, poseído por la ira ante la admiración del pueblo y de su propia familia por David, perdió paulatinamente la razón. Desesperado, evocó el supuesto espectro de Samuel, que profetizó una gran derrota de su ejército y su muerte. Al día siguiente, los filisteos destrozaron el ejército israelita en la Batalla del monte Gilboah y Saúl, para evitar su captura ya herido, se dio muerte junto a sus hijos (1 Sam. 31,4).

La época de los Jueces (V): Samuel

Samuel elije rey a Saúl
Samuel, en hebreo, שְׁמוּאֵל, "Aquel que escucha a Dios". Es profeta y último juez de Israel. Según los datos que él mismo aporta en el Primer Libro de Samuel, pertenecía a la tribu de Leví. Su madre, Ana, era estéril y obtuvo milagrosamente un hijo al que llamó Samuel y consagró al Señor, dejándolo en el santuario de Silo al cuidado del sacerdote Eli (1 Sam 1,2). Muy joven, sintió la vocación de ser juez y profeta del pueblo judío (1 Sam 3). Fue él quien eligió al primer rey del pueblo judío, Saúl, antecesor de David. En la tradición judía tiene un gran peso, al punto que el Talmud llega a decir que este profeta valía como Moisés y Aarón

Según la tradición judía, a la muerte de Moisés y Josué, sucedió una confusión en cuanto a ciertas leyes, en especial concerniendo a la prohibición del matrimonio entre amonitas, moabitas e israelitas. Este problema lo resolvió el profeta Samuel.

La época de los Jueces (IV): Elí

Elí, significa alto, elevado. Era juez y sumo sacerdote cuya historia aparece en 1 Sam. 1-4. Vivió en Silo, donde estuvo el Arca de la Alianza por un tiempo

Malas acciones de los hijos de Elí
La historia temprana de Samuel está conectada con la de los últimos días del anciano Elí, a quien sucedió en el oficio de juez, justo antes del nombramiento de Saúl como rey (1 Sam. 7,15; 8,22). Samuel fue consagrado al servicio del Señor por su piadosa madre, y estuvo al servicio del tabernáculo bajo Elí. Los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran «hijos de Belial». Ayudaban a su padre, pero interferían en las ofrendas de la gente del pueblo, y pecaban en gran manera ante el pueblo. Elí habló con sus hijos acerca de las malas acciones que estaban cometiendo, pero no con la necesaria energía para impedir que deshonraran al Señor. La responsabilidad de mantener al pueblo de Dios ante Él residía en la casa sacerdotal. De ahí lo enorme del pecado de los jóvenes, y la gran responsabilidad de Elí por su negligencia.

El Señor le habló a Elí a través del niño Samuel, y le dijo claramente que estaba honrando a sus hijos antes que a Dios, detallándole algunos de los juicios que iban a abatirse sobre su casa, y que sus dos hijos morirían en un mismo día, y la palabra del Señor se cumplió. Éste fue el gran fracaso de Elí, aunque es evidente que por otra parte buscaba mantener el honor de Dios. Temblaba de temor cuando el arca fue llevada al campo de batalla, Los filisteos quedaron victoriosos en la batalla, Jofní y Pinjás estuvieron entre los muertos, y el arca fue secuestrada como parte del botín. Al oír estas tristes noticias, Elí cayó hacia atrás de la silla en que estaba sentado y murió desnucado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años y tenía 98 (1 S. 1-4). 

Su descendiente Abiatar fue echado del sacerdocio por Salomón en cumplimiento de la palabra del Señor con respecto a la casa de Elí en Silo (1 R. 2,27).

La época de los Jueces (III): Sansón

Sansón, en Hebreo, שִׁמְשׁוֹן, "del Sol", es uno de los últimos jueces. Es descrito en el Libro de los Jueces, entre los capítulos 13 y 16. Sansón se caracteriza por una figura hercúlea, usando una extraordinaria fuerza para combatir contra sus enemigos y llevar a cabo actos heroicos inalcanzables para la gente común: luchar contra un león (sin más armas que sus propias manos), acabar con todo un ejército con sólo una mandíbula de burro, o derribar un edificio. Representa la lucha de su pueblo contra los Filisteos.

El nacimiento de Sansón se sitúa dentro de una época en la que los israelitas eran oprimidos por los filisteos. Un ángel de Yahvé Elohim se apareció a Manoa, de la tribu de Dan, en la ciudad de Zora, y a su mujer, que era estéril. El ángel les predijo que su hijo liberaría a Israel de los filisteos. Según él, la futura madre no debía tomar ni vino ni sidra ni comer nada impuro. De acuerdo al nazareato (consagración al Dios Yahveh), el hijo no debía cortarse el cabello. Siendo joven, Sansón deja su pueblo para visitar las ciudades filisteas, donde se enamora de una mujer de la ciudad de Timnat, con quien decide contraer matrimonio, a pesar de la oposición de sus padres, que prefieren una joven israelita. Esta decisión se presenta como parte de un plan de Dios para atacar a los filisteos. De camino a la petición de mano, es atacado por un león al que da muerte. Yendo a la boda, observa entre los huesos del león un enjambre de abejas con miel, la cual prueba y luego ofrece a su padre.



Combate con los filisteos a causa del acertijo
En la fiesta de boda organizada por Sansón, el héroe propone a treinta mozos filisteos un acertijo; si lo resuelven, les daría treinta piezas de lino fino y otros tantos vestidos. Si no, ellos les harían el mismo regalo a Sansón. Tenían los siete días que duraba la fiesta para resolverlo. El acertijo es el siguiente: «Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura». El enigma es una referencia al león que mató y la miel que de él salió. Como sólo Sansón estaba presente en esa lucha, los treinta mozos no pueden obtener respuesta durante tres días. Al cuarto, se dirigen a su mujer, amenazándola con prenderle fuego a ella y a la casa de su padre si no descubre la solución. Ante los lloros de su esposa, Sansón decide al séptimo día contarle la respuesta, y ella se la da a sus paisanos. Antes de la puesta de Sol de ese séptimo día, los filisteos le hablan: «¿Qué hay más dulce que la miel, qué hay más fuerte que el león?». Sansón responde: «Si no hubieseis arado con mi novilla, no habríais adivinado mi acertijo»
Baja entonces a Ascalón, mata a treinta hombres, a los que roba sus vestidos, y se los da a los mozos. Contrariado, se aleja y llega a casa de su padre. Su esposa es dada a otro hombre. Cuando Sansón quiere verla, su suegro se niega, pero le ofrece la hermana menor de la mujer, más bella. En represalia, el israelita caza a trescientas zorras, atándolas por el rabo de dos en dos, y poniendo una tea entre ambos rabos, suelta a los animales por el campo, haciendo arder todas las cosechas enemigas. A su vez y para vengarse, los filisteos queman a su mujer y la casa del padre de ésta, a lo que Sansón responde dando a una paliza a muchos de ellos.

Sansón y Dalila, grabado de Gustav Doré
Tras esto, se refugia en la roca de Etán. Mientras tanto, los filisteos acuden a Judá pidiendo que entreguen a Sansón. Tres mil hombres de este pueblo le encuentran, y prometiéndole no matarle, le atan y se disponen a entregarle. Pero cuando esto iba a ocurrir, Sansón rompe las cuerdas, se libera, y usando la quijada de un asno, mata a mil filisteos. Después de esto, es juez de Israel durante veinte años.

Tras ese tiempo, Sansón huye a Gaza, quedándose en casa de una prostituta. Sus enemigos le esperan a la entrada de la ciudad para matarle, pero aprovechando la noche, rompe la puerta y se la lleva al monte en frente de Hebrón. Allí se enamora de Dalila (mujer filistea). Los filisteos, a cambio de monedas de plata, la sobornan (Jue. 16, 5-18) y la incitan a lograr que Sansón le revele el secreto de su fuerza. Sansón le engaña, respondiéndole que sería vencido si le atasen con siete cuerdas húmedas. Dalila le hace caso y le ata, pero él rompe las cuerdas fácilmente. La mujer vuelve a preguntarle, a lo que él responde que bastaría con atarle con cuerdas nuevas para que se convirtiese en un hombre normal. Ella le hace caso y él vuelve a romperlas con facilidad. Dalila insiste en querer saber su secreto, y Sansón vuelve a mentirle, diciéndole que se debilitaría si le atasen sus siete trenzas con hilos, sujetándolas con clavos. Ella lo intenta y vuelve a fracasar por tercera vez.

Tras mucha insistencia por parte de la mujer, Sansón le confiesa que perderá toda su fuerza si le cortan el cabello. Así lo hace un sirviente y le deja sin su extraordinaria fuerza. Es de notar que su fuerza se debía al juramento nazareo (Jue, 13,25; 15,18), el cual Sansón mismo había roto al despreciar la Ley divina que prohibía tomar como mujer a una extranjera (Deut. 7,3,4). Sansón no ignoraba que esa mujer era indigna (Jue 16,8). Los filisteos terminan capturándolo, le sacan los ojos y le llevan a Gaza, donde, prisionero, trabaja moliendo grano para sus enemigos. No obstante, su pelo vuelve a crecer, de modo que va recuperando su hercúlea fuerza.
Muerte de Sansón y destrucción del templo de Dagón, grabado de Gustav Doré


Un día, los jefes filisteos se reúnen en el templo para ofrecer un sacrificio a Dagón, por haber puesto en sus manos a su enemigo. Hacen llamar a Sansón para que les entretenga a ellos y a las tres mil personas que allí había. El israelita pide al joven que le conducía que le deje entre las columnas sobre las que descansa el edificio, para poder descansar. El edificio se vino abajo, de tal forma que mató a más personas al morir de las que había matado durante toda su vida. Sus familiares recuperan su cuerpo y le entierran cerca de la tumba de su padre, Manoa.

La época de los Jueces (II): Abimelec y Tolá

Muerte de Abimelec, grabado francés
Abimelec:

Hijo del juez Gedeón, su historia ocupa el capitulo 9 del libro de los Jueces. Tras la muerte de su padre, intentó por todos los medios ser hecho rey de Israel. Para ello se dedicó a eliminar a todos sus hermanos de manera que nadie pudiera disputarle su liderazgo. Luego fue proclamado rey. Después de tres años se produjeron conflictos con las gentes de Siquem que querían vengar la muerte de sus hermanos. A ellos se unieron algunas ciudades vecinas. Abimelec entonces salió con su ejército para reducir a los rebeldes. Venció a los de Siquem liderados por Gaal, luego mató a todos los habitantes de la ciudad, la arrasó y la cubrió de sal. Después también mandó matar a los habitantes de la ciudad de MigdalSiquem que se había refugiado en la cripta del templo. Tomó luego la ciudad de Tebés, pero al acercarse a la torre donde se habían refugiado algunos de sus habitantes, una piedra de molino que una mujer le dejó caer, le partió el cráneo. Abimelec al verse herido de muerte pidió a un escudero que lo matara a espada para que no se pudiera decir que una mujer lo había asesinado.

Tolá

La escueta referencia de este juez de Israel es en Jueces (Ju. 10,1-2)Después de Abimelec surgió para librar a Israel Tola, hijo de Fuá, hijo de Dodó, hombre de Isacar. Habitó en Samir, en los montes de Efraím. Juzgó a Israel durante veintitrés años y murió, siendo sepultado en Samir.”

La época de los Jueces (I): Débora y Gedeón

Débora, en hebreo דְּבוֹרָה, “abeja”. Era una profetisa y el cuarto Juez (además del único femenino) del Israel pre monárquico. Su historia se cuenta dos veces en los capítulos 4 y 5 del Libro de los Jueces. Jue. 4 es en prosa, narrando la victoria de las fuerzas israelitas dirigidas por el general Barak, a quien Débora mandó llamar pero profetizó que no lograría la victoria final sobre el general cananeo Sísara. Tal honor correspondió a Jael, la esposa de Héber, un quenita fabricante de tiendas. Jael mató a Sísara clavándole una estaca de la tienda en la cabeza cuando dormía.
Jue. 5 cuenta esta misma historia en verso, este pasaje, llamado a menudo La canción de Débora, es uno de los pasajes más antiguos de la Biblia y el ejemplo más antiguo conservado de poesía hebrea.
Se sabe poco de la vida personal de Débora. Aparentemente estuvo casada con un hombre llamado Lapidoth (‘antorchas’), pero este nombre no aparece fuera del Libro de los Jueces y podría significar simplemente que la propia Débora tenía un alma «ardiente». Fue una poetisa y daba sus sentencias bajo una palmera de Efraín. Algunos aluden a ella como la madre de Israel. Tras su victoria sobre Sísara y el ejército cananita hubo paz en la región durante cuarenta años.
En el génesis aparece otra Débora, nodriza de Rebeca (Gn. 24, 59 35,8)




Gedeón, en hebreo, גִּדְעוֹן, "Destructor", "Guerrero poderoso". Fue el quinto de los jueces del pueblo judío y es considerado como uno de los más sobresalientes por la magnitud de su "obra guerrera" contra uno de los pueblos enemigos de Israel: los madianitas. Hijo de Joás de la tribu de Manasés. Los datos que conocemos de su historia se encuentran relatados en el libro de los Jueces de los capítulos 6 al 8.
Hay dos narraciones de su vocación. Al parecer las diferencias se deben a la permanencia de dos estratos de redacción, el así llamado elohísta y el yahvista que se han unido en un solo relato, otros reconocen dos narraciones didácticas y un texto verdaderamente histórico, etc. Las investigaciones bíblicas no han logrado llegar a un punto de vista unificado.
File:Böttcher, Christian Eduard - Gideon selects his army of 300 by observing their manner of drinking from a stream - 1908.jpgEn sustancia, la vida de Gedeón se sitúa tras el asentamiento de los judíos en el llano de Ofrá donde habían asimilado los cultos idolátricos de las poblaciones aledañas. Tras esa infidelidad, Yahveh les habría castigado enviando tribus nómadas y grupos de amalecitas y madianitas a hacerles la guerra. En esos combates, dos hermanos de Gedeón habrían sido asesinados. Los israelitas se arrepintieron y pidieron perdón. Yahveh envió a su ángel a hablar con Gedeón para anunciarle que sería el libertador de su pueblo. Éste pidió una prueba, tras un diálogo algo sarcástico con el ángel. Este último le dio la prueba que pedía abrasando un sacrificio con fuego milagroso. Al día siguiente Gedeón destruyó el altar de Baal. Los grupos nómadas se reunieron para hacer la guerra a Gedeón. Éste reunió un ejército que, con diversas condiciones y pruebas, Yahveh redujo a trescientos hombres (sin contar las tropas auxiliares). Los israelitas atacaron durante la noche y produjeron tal confusión que los madianitas se asesinaban entre ellos y tuvieron que huir despavoridos mientras eran perseguidos por las tropas de Gedeón. Los mismos jefes de Madián, Oreb y Zeeb murieron en la refriega y sus cabezas fueron dadas como trofeo a Gedeón.
Luego de otros combates victoriosos con los madianitas y de castigar a los pueblos que no quisieron colaborar en la persecución, la gente del pueblo quiso que Gedeón fuera su rey. A lo que este no aceptó, alegando que sólo Dios podía reinar en Israel. Con las joyas tomadas a los vencidos, Gedeón se hizo elaborar un efod. No hay tampoco acuerdo entre los expertos en relación con el efod, unos dicen que se trataba de todo un atuendo sacerdotal con sus joyas y adornos, otros que se trataba de una tabla o instrumentos para hacer consultas a Yahveh. Sin embargo, este efod llevó nuevamente a la idolatría a los israelitas. Gedeón gobernó en Israel otros 40 años que fueron de paz y crecimiento. Tuvo setenta hijos (era polígamo) entre los que destaca Abimelec. Es mencionado en el Salmo 83, versículo 12 por sus victorias militares y en la carta a los Hebreos, capítulo 11, versículo 32 por su fe.

El Éxodo (II): Josué


Josué, en hebreo, יְהוֹשֻׁעַ‎, “Yahvé salva” o “Yahvé de salvación”, cuya vida es narrada en el Libro de Josué. El nombre "Josué" es el equivalente hebreo de "Jesús"., fue el sucesor de Moisés en las campañas militares llevadas a cabo por los hebreos en la conquista de Canaán.  Con el comienza el periodo de los jueces. Se llamaba originalmente Oseas y era hijo de Nun, de la tribu de Efraín (Nm. 13,8). Nació en Egipto, y tenía probablemente la misma edad que Caleb, con quien suele relacionársele. Participó en los acontecimientos narrados en el Éxodo como ayudante de Moisés. Fue el comandante de los israelitas en la batalla contra los amalecitas en Refidín (Ex. 17,8-13).

Se convirtió en el lugarteniente de Moisés, y lo esperó a mitad de camino cuando éste subió al Monte Sinaí a recibir los Diez Mandamientos (Ex. 32,17). Fue también uno de los doce exploradores enviados por Moisés a la tierra de Canaán (Nm. 13,16), y el único, junto con Caleb, en traer un informe alentador.
Yahvé Dios lo eligió sucesor de Moisés y éste lo reconoció como tal (Nm. 27,18-23; Dt. 31). Además, Josué fue encargado de repartir la tierra juntamente con Eleazar (Nm. 34,17). Al morir Moisés, Yahvé renovó a Josué la promesa de la tierra de Canaán, que Josué debía conquistar. Ordenó atravesar el río Jordán, cuyas aguas fueron detenidas mientras el Arca de la Alianza, transportada por los levitas, se encontraba en el lecho del río (Jos. 3). En memoria de este hecho, ordenó erigir doce piedras, representando a las doce tribus de Israel. Por orden de Yahvé, hizo que fuesen circuncidados todos los israelitas que permanecían incircuncisos (Jos. 5).
Conquistó Jericó, cuyas murallas se derrumbaron cuando los sacerdotes que custodiaban el Arca de la Alianza tocaron los shofarim siguiendo las órdenes de Yahvé (Jos. 6). Todos los habitantes de la ciudad, incluyendo mujeres y niños, fueron muertos, a excepción de la prostituta Rajab, que había colaborado con los espías enviados por Josué, y su familia. La ciudad fue destruida por completo, y Josué maldijo a quien intentara reconstruirla.
Al intentar atacar la ciudad de Hay, sus tropas sufrieron una derrota a causa del pecado de Acán, quien se había apropiado de objetos preciosos que Yahvé había decidido que fueran destruidos. Acán fue lapidado, y Josué logró finalmente conquistar Hay, mediante una hábil estratagema. Los habitantes de Hay sufrieron la misma suerte que los de Jericó. El total de hombres y mujeres exterminados fue de 12.000 (Jos. 8,25). Posteriormente, Josué levantó un altar a Yahvé en el monte Ebal.
A causa de los éxitos de Josué, los hititas, amorreos, cananeos, pereceos, jebeos y jebuseos establecieron una alianza contra los israelitas. Los gabaonitas consiguieron evitar ser exterminados por los israelitas gracias a una estratagema (Jos. 9). Josué venció a continuación a una alianza de cinco reyes amorreos que pretendían atacar a los gabaonitas; durante la batalla, para ayudar a los israelitas, Yahvé hizo que el sol se "detuviera" en el cielo (Jos. 10,13). Tras la victoria, Josué ejecutó personalmente a los cinco reyes (Jos. 10, 26).
Josué ora a Dios para que el sol se pare, 
A continuación Josué conquistó las ciudades de Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir. En todas ellas fueron exterminados todos sus habitantes: "todo lo que tenía vida lo exterminó, como Yahvé, Dios de Israel, se lo había mandado"(Jos. 10, 40). Después venció a Yabín, rey de Jasor, y consumó la conquista de la tierra prometida.
Repartió el territorio conquistado entre las tribus de Israel (Jos. 13, 21). En su ancianidad convocó una asamblea en Siquem y recomendó a los israelitas que mantuvieran su fidelidad a Yahvé. Según el Libro de Josué, falleció a los 110 años de edad, y fue sepultado "su heredad en Timnat-sera, que está en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas" (Jos, 24, 30).

El Éxodo: Moisés


Moisés, en hebreo, מֹשֶׁה, nacido de las aguas, era hijo de era hijo de Amram y su esposa Iojebed. Es descrito como el hombre encomendado por el dios Hashem (Yahvé o Jehová) para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y como su máximo profeta y legislador. La historia de Moisés ocupa los libros del Éxodo y números, y se le atribuye el haber escrito estos dos libros y génesis, levítico y Deuteronomio. Asimismo Moisés es la figura clave del judaísmo.
Cuando Moisés nació, el faraón ordenó que todo hijo varón de un esclavo hebreo fuera arrojado al Nilo. Iojebed, la tía paterna y esposa del levita hebreo Amram, dio a luz a un pequeño, y le escondió durante los tres primeros meses. Cuando no pudo ocultarlo más, lo colocó en una cesta (embadurnada con barro en su interior y brea en el exterior para hacerla impermeable) a la deriva del río Nilo. Con tan buena suerte que fue encontrada por la hija del faraón, Batía, quién le llamó Moisés. Cuando Moisés se hizo adulto, empezó a visitar asiduamente a los esclavos. Un día, al ver cómo un capataz egipcio golpeaba brutalmente a un supervisor hebreo llamado Datán, Moisés mató al capataz egipcio y ocultó su cuerpo bajo la arena, esperando que nadie estuviera dispuesto a revelar algo sobre el asunto. Al día siguiente, vio al joven que había salvado, peleando con su hermano e intentó separarlos. Los dos hermanos, enfadados por la intromisión de Moisés, lo delataron al faraón y Moisés tuvo que huir de Egipto trasladándose a Madián, trabajó para Jetró, con cuya hija Séfora se casó más tarde. Allí trabajó durante cuarenta años como pastor, tiempo durante el cual nació su hijo Gershom.
El capitulo 3, y los versículos 1-17 del 4 narran la visión de la zarza ardiente en el monte Horeb, Yahvé dijo a Moisés que debía volver a Egipto y liberar a su pueblo de la esclavitud. Moisés declaró a Yahvé que él no era el candidato para realizar dicha obra encomendada, dado que al parecer padecía de tartamudez. Yahveh le aseguró que le proporcionaría el apoyo para su obra entregándole las herramientas adecuadas.
Moisés obedeció y regresó a Egipto, donde fue recibido por Aarón, su hermano mayor, y organizó una reunión para avisar a su pueblo de lo que debían hacer. Al principio, Moisés no fue muy bien recibido; pero la opresión era grande y Moisés realizó señales para que su pueblo lo siguiera como un enviado de Yahvé.
Sin embargo, según el relato bíblico, lo más difícil fue persuadir al faraón para que dejase marchar a los hebreos. De hecho, estos no obtuvieron el permiso para partir hasta que Yahvé envió diez plagas sobre los egipcios. Sangre (Ex. 7,14-25). Ranas (Ex. 7,25 8,1-15). Mosquitos (Ex. 8,16-19). Insectos (Ex. 8,20-32). Pestilencia (Ex. 9,1-7). Úlceras (Ex. 9,8-12). Granizo (ex. 9,13-35). Langostas (Ex. 10, 1-20). Oscuridad (Ex. 10, 21-29). Muerte de los primogénitos (Ex. 11, 1-12). Esta ultima causó tal terror entre los egipcios que ordenaron a los hebreos que se fueran. (Ex. 12)
La gran caravana de los hebreos se movía lentamente y tuvo que acampar hasta tres veces antes de dejar atrás la frontera egipcia, Mientras tanto el faraón cambió de opinión y salió tras la pista de los hebreos con un gran ejército. Atrapados entre el ejército egipcio y el Mar Rojo, los hebreos se desesperaron, pero Yahvé dividió las aguas del mar por mediación de Moisés, permitiendo a los hebreos cruzarlo con seguridad. Cuando los egipcios intentaron seguirlos, las aguas volvieron a su cauce ahogando a los egipcios. (Ex. 14)
La travesía por una serie de parajes inhóspitos de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes (Moisés y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahvé los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas.
Para alimentarlos, Yahvé hizo llover maná del cielo. Para beber, Moisés golpeó con su báculo una roca, asegurando que surgiría agua. Como tardaba en salir y golpeó una segunda vez, Yahvé se enojó por su falta de fe y le castigó. En su travesía por los desiertos, Israel lucha por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal y vencen solo por la pujanza de Moisés. (Ex. 17,8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Num. 21) y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edóm.
En el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón. Se les inculca estatutos, mandamientos y por sobre todo el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahvé. Esta historia es contada en el Levítico.
En el mismo monte, Yahvé entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahvé fue castigada con la muerte de quienes lideraban estas prácticas paganas, situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia Palestina.
Yahvé le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla.
Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 espías dan un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahvé. Esta historia es contada en el libro de Números.
Yahvé al ver el miedo de su pueblo elegido prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió verla desde lo alto de un monte (Nebo). Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente posterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahvé (Num. 20)
Ya estando cerca de Moab, Balac, rey de los moabitas ve venir a Israel por el margen oriental y teme del pueblo de Israel, manda a llamar a Balaam, un sacerdote de Melquisedec (Num. 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahvé envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal y es persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac.
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto. Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por el profeta Josué. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Josué cruza el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km (a razón de 25 km/años) desde que Egipto. Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches, su sepulcro jamás ha sido hallado.

El Génesis y los Patriarcas (XIII): José


El Sueño del Faraón

Según el relato del libro del Génesis, la historia de José ocupa los capítulos del 39 al 50, José es el undécimo hijo de los doce hijos de Jacob y ancestro de dos de las doce tribus de Israel. Su madre Raquel era la mujer amada por Jacob, por esta razón era el más querido por su padre lo que produjo la envidia de sus hermanos. (Gn. 37) Además, tenía sueños en los que aparecía alzado por encima de éstos, prediciendo lo que iba a suceder en el futuro. Por ser el favorito y quien quería Jacob que fuese su sucesor, le elaboró una túnica de colores que lo distinguía, lo que enfureció aún más a sus hermanos, que buscaban la ocasión para vengarse. Un día sus hermanos llevaron a sus animales a pastar en un lugar lejano a sus tiendas. Al pasar el tiempo y ver que no regresaban, Jacob envió a José a buscarlos y ver que se encontrasen bien. Sus hermanos, al ver desde lejos que venía José, planearon matarlo. Rubén, el mayor, intentó convencerlos de que no era buena idea. Cuando llegó lo tiraron a un pozo de agua vacío y lo tuvieron atrapado hasta decidir qué hacer con él. Al otro día pasó por esos lugares una caravana de mercenarios que se dirigían a Egipto y sus hermanos lo vendieron como esclavo. De regreso con Jacob, le mintieron diciendo que habían encontrado su túnica, la cual habían mojado con sangre de cordero para hacer creer a Jacob que fue atacado por una bestia del bosque que lo mató. Jacob lloró la muerte de su hijo querido sin consuelo. De esta manera José sale de Canaán (Israel) y llega a Egipto.

Allí fue vendido y llevado a la casa de Putifar, ministro del Faraón. Éste, al ver que José sabía leer y manejaba los números (enseñado por su padre), le confió la administración de su casa y se convirtió en la mano derecha de Putifar. En sus tiempos como esclavo trabajaba mucho y siempre confiando en Dios que algún día iba a regresarlo a sus tierras con sus padres y sus hermanos. Con el trabajo de esclavo José se convirtió en un joven fornido, y la esposa de Putifar, que se quedaba en la casa cuando este salía, se fijó en él e intentó seducirle. Un día llamó a José a su habitación y trató de tener relaciones con él, pero él se resistió recordando las enseñanzas de rectitud que su padre siempre le enseñó, además de estar consciente que sería una falta ante Dios y salió de la habitación dejando en las manos de la señora su manto. Al no lograr su objetivo, y sabiendo que José podría denunciar su adulterio, la esposa de Putifar lo acusó de intentar aprovecharse de ella, mostrando su manto como prueba. Potifar dudó de esto, pues conocía a José y sabía que era incapaz de ello, pero por otro lado su esposa insistía en que lo matase, así que Putifar decide enviar a José a la cárcel. Allí conocerá al copero y al panadero del Faraón, a los que interpretara sueños. Será precisamente el copero quien recomiende a José para interpretar el sueño del faraón. Que ocupa el capitulo 41,el faraón soñó que se encontraba a la orilla del Nilo, y del agua salían siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en la orilla, pero entonces salieron del agua otras siete vacas, feas y flacas, que devoraron a las primeras. El faraón despertó, y al volver a dormirse soñó que de una caña de trigo brotaban siete espigas hermosas y llenas de grano, pero tras ellas brotaban otras siete espigas, vacías y quemadas por el viento del desierto, que devoraron a las primeras.

Explicación del sueño al Faraón 
La interpretación de José fue la siguiente: El sueño del faraón es uno solo. Dios ha dado a conocer al faraón lo que va a hacer. Las siete vacas hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años; el sueño es uno solo. Las siete vacas flacas y malas que subían detrás de las otras son otros siete años, y las siete espigas secas y quemadas del viento solano son siete años de hambre. Es lo que he dicho al faraón, que Dios le ha mostrado lo que hará. Vendrán siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, y detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán que se olvide toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra. No se conocerá la abundancia en la tierra a causa de la escasez, porque ésta será muy grande. Cuanto a la repetición del sueño al faraón por dos veces, es que el suceso está firmemente decretado por Dios y que Dios se apresurará a hacerlo. Ahora, pues, busque el faraón un hombre inteligente y sabio, y póngalo al frente de la tierra de Egipto. Nombre el faraón intendentes, que visiten la tierra y recojan el quinto de la cosecha de la tierra de Egipto en los años de abundancia; reúnan el producto de los años buenos que van a venir, y hagan acopio de trigo a disposición del faraón, para mantenimiento de las ciudades, y consérvenlo para que sirva a la tierra de reserva para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, y no perezca de hambre la tierra.

Todos parecieron conformes con las palabras de José, y el propio faraón, impresionado por ello, dijo: "Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú". Dicho esto, el faraón se quitó su anillo y se lo puso a José, mandó que lo vistieran con ropas blancas de lino, puso en su cuello un collar de oro y ordenó que, cuando José montase sobre el segundo de los carros del faraón, se gritase ante él la expresión de reverencia Abrek y que se le llamase ZafnatPaneaj, que significa aproximadamente "Dios habló y él vino a la vida". Finalmente, el faraón le entregó por esposa a Asenat, hija de Putifar.

Pasó el tiempo, y antes de que llegasen los años de escasez José tuvo dos hijos varones con su esposa Asenet. Llamó al mayor Manasés, pues se dijo "Dios me ha hecho olvidar todas mis penas y toda la casa de mi padre", y al menor Efraím, pues decía: "Dios me ha dado fruto en la tierra de mi aflicción", pero jamás olvidó a su padre y hermanos, y nunca perdió la esperanza de volver a verlos.

Cornelius - José se da a conocer a sus hermanos
Al acabar los siete años de abundancia en Egipto, llegó el hambre, y el pueblo clamaba al Faraón, que les decía que fueran a José e hiciesen lo que él dijera. Mucha gente fue a comprarle trigo a José, no sólo de Egipto, sino también de otras tierras. De este modo, como narra el capitulo 42, 43 y 44 se rencuentra con sus hermanos, y tras varias peripecias, no se da a conocer de primeras, y no será hasta el capitulo 45 en que Jacob y toda su parentela se traslada, por invitación del Faraón a Egipto. El libro del Génesis termina con la muerte de José a los 110 años. Con la muerte de José termina el tiempo de los patriarcas.

El Génesis y los Patriarcas (XII): Rubén


Rubén

Primogénito de los doce hijos de Jacob. Su madre, Lea, la menos querida de las esposas de Jacob, le dio este nombre porque, según dijo, "Yahvé había mirado su miseria, por cuanto entonces su esposo empezaría a amarla" (Gn. 29,30-32). Algunas de las buenas cualidades de Rubén se demostraron cuando persuadió a sus nueve hermanos para que arrojasen a José en una cisterna seca en vez de darle muerte, con la idea de volver a librarlo a escondidas. Más de veinte años después, cuando estos mismos hermanos razonaron que él que se les hubiera acusado de ser espías en Egipto se debía a la falta de compasión con la que habían tratado a José, Rubén les recordó que no había participado en el complot contra la vida de su hermano. (Gn. 42,9-14. 21. 22.) Luego, Cuando Jacob no dejó que Benjamín acompañase a sus hermanos en su segundo viaje a Egipto, Rubén ofreció a sus propios dos hijos como fianza y dijo: "Puedes (darles) muerte si no te lo traigo (a Benjamín) de vuelta". (Gn. 42,37)
Rubén era el hijo primogénito de Jacob, y, como tal, tenía los derechos de primogenitura de la familia. Le tocaban dos porciones de la herencia que su padre dejara. Cuando Jacob bendijo a sus hijos, justo antes de morir, quedaba por ver si Rubén heredaría estos derechos de primogénito. Jacob se dirigió en primer lugar a Rubén con las palabras (Gn. 49, 3-4) “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fuerza y el fruto de mi primer vigor, cumbre de dignidad y cumbre de fuerza. Herviste como el agua; no tendrás la supremacía, porque subiste al lecho de tu padre. Cometiste entonces una profanación, subiste a mi lecho."
Jacob rememoró un acto indigno que afectaría los privilegios que Rubén iba a recibir. Había mancillado la honra de su padre al cometer incesto con una de sus concubinas, Bilhá, la sierva de Raquel, la esposa amada de Jacob. (Gn. 35, 22) “Durante su estancia en esta región vino Rubén y se acostó con Bala, la concubina de su padre, y lo supo Jacob. Los hijos de Jacob eran doce.” De este modo le despojó de los privilegios que le hubieran correspondido como primogénito. Fue inestable o turbulento e impetuoso, como las aguas que irrumpen contra un dique o que se precipitan por una torrentera. Tenía que haberse dominado y haber respetado la dignidad de su padre y el honor de los dos hijos de Bilha, la concubina de Jacob.

Los hijos de Jacob

El Génesis y los Patriarcas (XI): Jacob


acob, en hebreo יַעֲקֹב "sostenido por el talón", conocido después como Israel “el que pelea con Dios". Es hijo de Isaac y padre de doce hijos. De su primera esposa Lea tuvo a RubénSimeónLevíJudáIsacar y Zabulón. También tuvo a su única hija Dina. De Bilha, sierva de Raquel, tuvo a Dan y Neftalí. De Zilpa, sierva de Lea, tuvo a Gad y Aser. Por último, de su esposa favorita, Raquel, tuvo a José y Benjamín. Estos comprendían las doce Tribus de Israel. Sin embargo, con Leví y José el asunto fue más complicado. Los descendientes de Leví, llamados levitas, fueron sacerdotes, y por lo tanto, no tenían tierras. Con el fin de hacer que el número de tribus fueran doce, ya que no se mencionaba a Leví, y no existía Tribu de José, se nombraron a los hijos de este último, que tuvo en Egipto con Asenat, como sustitutos: Efraím y Manasés.
Jacob, según la tradición, probablemente naciera en Lahai-roi, unos veinte años después del matrimonio entre Isaac y Rebeca, cuando para ese tiempo su padre tenía sesenta años de edad (Gn. 25, 26), y su abuelo Abraham ciento sesenta años. Al igual que su padre, Jacob era de disposición tranquila. También dice que yacía en la tienda lo cual, interpretado por muchos eruditos bíblicos, es una señal de ser alguien muy estudioso.
Era el segundo nacido de los hijos mellizos de Isaac y Rebeca. Durante el embarazo, los niños "luchaban" dentro de ella (Gn. 25,22). Cuando Rebeca le consultó a Dios el porqué de la lucha, recibió el mensaje de parte de Él, que dos naciones, muy distintas entre ellas, estaban formándose en su vientre, y que el mayor serviría al menor. Rebeca siempre recordó estas palabras. De hecho, ella siempre favoreció a Jacob. Entretanto, su padre, Isaac, siempre favoreció a Esaú, el otro hijo mellizo, quien era un hombre de campo, y un gran cazador.
El sueño de Jacob
Como hemos visto anteriormente, cuando los muchachos estaban creciendo, Esaú, el cazador, un día vino hambriento, y le pidió a su hermano Jacob el plato de lentejas que estaba comiendo. Jacob, por consejo de su madre, le pidió que le vendiera la primogenitura como hijo mayor, a cambio del alimento. Esaú, viendo que este derecho era inservible para él si llegaba a morir, accedió, y así, en palabras bíblicas "despreció su primogenitura". Este derecho no sólo incluía el tradicional rito bíblico de los primogénitos, el cual garantizaba un rango superior en la familia (Gn. 49,3), sino también, una doble porción de la herencia paternal (Dt. 21,17).
Pero no quedó ahí la cosa, cuando Isaac envejeció, y había perdido bastante su vista al punto de quedar casi ciego, Jacob suplanto a Esaú para recibir la bendición. Tan pronto como Jacob recibió dicha bendición y se marchó, Esaú llegó, cayendo en gran cólera por lo que había ocurrido. Isaac, quien ya se había dado cuenta del error, le dijo que lo único que podía darle era una bendición menor. Esaú, en cambio, juró que iba a matar a su hermano, una vez que su padre muriese.
Rebeca, su madre, dándose cuenta de antemano de las intenciones asesinas de Esaú, le llamó y lo hizo huir, enviándolo donde su tío, Labán, hasta que la furia de Esaú disminuyera. También, le aconsejó que buscara una esposa mientras viviera allí. (Gn. 28, 1-5) “Llamó, pues, Isaac a Jacob, y le bendijo, y le mandó: No tomes mujer de entre las hijas de Canaán. Anda y vete a Padán Aram, a casa de Batuel, el padre de tu madre, y toma allí mujer de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre; el Dios omnipotente te bendecirá, te hará crecer, y te multiplicará, y te hará muchedumbre de pueblos, y te dará la bendición de Abraham a ti y a tu descendencia contigo, para que poseas la tierra en que como extranjero habitas, que dio Dios a Abraham. Despidió, pues, Isaac a Jacob, que se fue a Padán Aram, a Labán, hijo de Batuel, arameo, hermano de Rebeca, madre de Jacob y Esaú.”

En el camino a Harán, experimentó una extraña visión, en la que sostenía una escalera que llegaba hasta el cielo, una visión que es comúnmente referida en las Escrituras como La Escalera de Jacob. (Gn. 28, 11-17) “Llegó a un lugar donde se dispuso a pasar la noche, pues el sol se ponía ya, y, tomando una de las piedras que en el lugar había, la puso de cabecera y se acostó. Tuvo un sueño. Veía una escala apoyándose en la tierra, y bajaban los ángeles de Dios. Junto a él estaba Yahvé, que le dijo: Yo soy Yahvé, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra sobre la cual estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será ésta como el polvo de la tierra, y te ensancharás a occidente y a oriente, a norte y a mediodía, y en ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo estoy contigo, y te bendeciré adondequiera que vayas, y volveré a traerte a esta tierra, y no te abandonaré hasta cumplir lo que te digo. Despertó Jacob de su sueño, y se dijo: Ciertamente está Yahvé en este lugar, y yo no lo sabía; y, atemorizado, añadió: ¡Qué terrible es este lugar! No es sino la casa de Dios y la puerta de los cielos.”
Continuando su camino, llegó a Harán. Paró allí, y encontró a la hija más joven de su tío Labán, su prima Raquel. Después de que Jacob había vivido un mes con sus familiares, Labán le ofreció paga por la ayuda que le había dado. Jacob indicó que le serviría por siete años, pues no tenía dote o pertenencias para ofrecerle a cambio de la mano de Raquel en matrimonio, a lo cual Laban accedió. (Gn. 29,15-20) “Pasado éste, le dijo Labán: ¿Acaso porque eres hermano mío vas a servirme de balde? Dime cuál va a ser tu salario. Tenía Labán dos hijas: una, la mayor, de nombre Lía; otra, la menor, de nombre Raquel. Lía era tierna de ojos, pero Raquel era muy esbelta y hermosa. Amaba Jacob a Raquel, y dijo a Labán: Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor. Y contestó Labán: Mejor es que te la dé a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo. Y sirvió Jacob por Raquel siete años, que le parecieron sólo unos días, por el amor que le tenía.” Una vez pasados los siete años, Laban le dio a su hija mayor, Lea, en su lugar. En la mañana, cuando Jacob descubrió el cambio, se quejó, a lo que Laban dijo que en su país era inaceptable dar en matrimonio a la hija menor antes que la hija mayor. Entonces ofreció a Jacob darle a Raquel también, aunque sólo si permanecía con Lea. Él cumplió con la luna de miel y trabajó otros siete años.
Una vez que se casó con ambas, "Jacob amó a Raquel y despreció a Lea". Dios, viendo esto, hizo que Lea procreara muchos hijos. Ella le dio a luz a RubénSimeónLeví, y a Judá antes de partir al desierto. Raquel, viendo que era incapaz de procrear un hijo, se puso celosa de su hermana, entonces pidió a Jacob que tuviera hijos con su criada, Bilha, para que ella pudiera tener un hijo a través de ella. Jacob hizo así, y Bilha le dio a luz a Dan y Neftalí. Así, Lea también entró en celos, y le pidió a Jacob que tuviera hijos también con su criada, Zilpa. Ella a su vez, le dio a Gad y Aser. Entonces, Lea volvió a ser fértil nuevamente, y le dio a luz a IsacarZabulón y Dina. Entonces Dios se acordó de Raquel y al fin, le dio dos hijos, a uno lo llamó José y al otro Benjamín.
Cuando nació José Jacob deseó volver a casa, cosa que impedía su suegro, y tomando su parte se marcho sin avisar a nadie, desatando la ira de Laban. (Gn. 31, 3-18) “Yahvé le dijo: Vuélvete a la tierra de tu padre y a tu parentela, que yo estaré contigo. Mandó a llamar, pues, Jacob a Raquel y a Lía, para que fueran al campo adonde estaba con su ganado, y les dijo: “Veo que el semblante de vuestro padre no es para mí ya el que antes era, aunque el Dios de mi padre ha estado conmigo. Bien sabéis vosotras que yo he servido a vuestro padre con todas mis fuerzas, y que vuestro padre se ha burlado de mí, mudando diez veces mi salario; pero Dios no le ha permitido perjudicarme. Cuando él decía: Tu salario serán las reses manchadas, todas las ovejas parían corderos manchados; y si decía: Las reses rayadas serán tu salario, todas las ovejas parían corderos rayados. Es, pues, Dios el que ha tomado lo de vuestro padre y me lo ha dado a mí. Cuando las ovejas entran en calor, vi yo en sueños que los carneros que cubrían a las ovejas eran rayados y manchados, y mi ángel me dijo en el sueño: Jacob; le respondí: firme aquí. Y él dijo: Alza tus ojos y mira: todos los carneros que cubren a las ovejas son rayados y manchados, porque yo he visto lo que te ha hecho Labán. Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste tú un monumento y me hiciste el voto. Levántate, pues, sal de esta tierra y torna a la tierra de tu parentela. Raquel y Lía  respondieron: ¿Tenemos acaso nosotras parte o herencia en la casa de nuestro padre?¿No nos ha tratado como extrañas, vendiéndonos y comiendo nuestro precio? Y, además, cuanto le ha quitado Dios, nuestro es y de nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que Dios te ha mandado. Levantóse Jacob e hizo montar a sus mujeres y a sus hijos sobre los camellos, y, llevando consigo todos sus ganados y todo cuanto en Padán Aram había adquirido, se encaminó hacia Isaac, su padre, a tierra de Canaán.”
Jacob luchando contra el ángel

Al llegar al sitio donde se había producido “la escalera de Jacob”, Jacob envió un mensaje a su hermano, Esaú. (Gn.34)  Sus sirvientes volvieron con la noticia de que Esaú estaba aproximándose, a encontrarse con Jacob con un ejército de 400 hombres. En gran agonía, Jacob se preparó para lo peor. Oró en la cima del monte y mando tres tandas de presentes para su hermano, quedándose solo, entonces ocurrió la lucha con Dios y el cambio de nombre (Gn. 34, 25-31) “Quedóse Jacob solo, y hasta rayar la aurora estuvo luchando con él un hombre, el cual, viendo que no le podía, le dio un golpe en la articulación del muslo, y se relajó el tendón del muslo de Jacob luchando con él. El hombre dijo a Jacob: Déjame ya que me vaya, que sale la aurora. Pero Jacob respondió: No te dejaré ir si no me bendices. Él le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Jacob, contestó éste. Y él le dijo: No te llamarás ya en adelante Jacob, sino Israel, pues has luchado con Dios y con hombres y has vencido. Rogóle Jacob: Dame, por favor, a conocer tu nombre; pero él le contestó: ¿Para qué preguntas por mi nombre?”; y le bendijo allí. Jacob llamó a aquel lugar Peniel, pues dijo: He visto a Dios cara a cara y ha quedado a salvo mi vida.”
El capitulo 33 del Génesis narra la reconciliación de Jacob y Esaú y el asentamiento de Jacob, mientras que el 34 narra los primeros problemas con la población cananea. El 35 cuenta la erección del primer altar, en el lugar de la “escalera de Jacob”, y la confirmación del cambio de nombre.
Jacob se estableció en Sucot por un tiempo. Mientras viajaba posteriormente a Efrata, camino de Belén, Raquel murió dando a luz a su segundo hijo, Benjamín, seis años después del nacimiento de José.
Jacob había sido profundamente "herido en su alma" con la desaparición de su hijo amado, José, quien había sido vendido a unos mercaderes por sus hermanos a causa de los celos que le guardaban (Gn. 37) . El resto del Génesis sigue la historia del hambre y de las idas sucesivas hacia Egipto para comprar grano, que llevó al descubrimiento del José perdido que había sido nombrado Gobernador de esas tierras, sólo por debajo del Faraón. El patriarca fue a Egipto con toda su casa a pedido de su hijo José. Las escrituras dicen que Jacob llegó a residir en la tierra de Gosén, con su familia que sumaban «setenta almas» (Ex. 1,5); (Dtn. 10,22).
Llegando al fin de su vida, convocó a sus hijos al lado de su lecho y los bendijo. Junto con sus últimas palabras repitió la historia de la muerte de Raquel, aunque habían pasado ya 51 años desde su deceso, "como si hubiera sucedido ayer". Entonces, "él hizo un último pedido a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, y expiró su alma", a la edad de 147 años (Gn. 47,28).El cuerpo de Jacob fue embalsamado y llevado a la tierra de Canaán, donde fue enterrado con su esposa Lea, en la Cueva de Macpelá, de acuerdo a su solicitud antes de morir.