La Monarquía (II): David

David, en hebreo, ו , «el amado» o «el elegido de Dios»; c. 1040-970 a. C. fue el segundo rey israelita, sucesor del rey Saúl, cuya historia se narra en los libros de Samuel que son la crónica principal de su vida y su reinado, continuando con sus descendientes en el Libro de los Reyes. Fue padre de uno de los grandes gobernantes de Israel, Salomón.


David es considerado como un rey esencialmente justo, valiente y apasionado, aunque en ninguna manera exento de pecados, así como un aclamado guerrero, músico y poeta, y al que tradicionalmente se atribuye la autoría de muchos de los salmos del Libro de los Salmos.

David es ungido rey por Samuel, grabado de Doré
David pertenecía a la familia de Isaías de la tribu de Judá, era el “el menor” (1 Sam. 16,11) de los “ocho hijos” de Isaí (1 Sam. 17,12). Y como era costumbre, el menor era el más postergado y se le daban tareas pastoriles. Tres de sus hermanos eran soldados de Saúl. Samuel el profeta, por mandato directo de Dios viaja a Belén a buscar al nuevo ungido, específicamente a la familia de Isaí.

Dios, por medio del profeta Samuel, había retirado su favor (bendición) a Saúl, rey de Israel. Saúl había pecado, a los ojos de Yahvé, al desobedecer, durante la batalla de Michmash, el mandato de destruir a todos los enemigos amalecitas.

Yahvé decidió que Samuel debía nombrar a un nuevo rey para Israel. Para eso lo envío a Belén, a casa de Isaí (Jesé) para que escogiese a uno de sus hijos. Samuel llegó a Belén, con el pretexto (para evitar la ira de Saúl) de realizar un sacrificio. Allí lo ungió como rey ante sus hermanos y se volvió.

David siendo bendito de Dios es nombrado músico a cargo de arpa y además paje de armas, no por ello dejando de lado sus labores pastorales. El talento para tocar el arpa calma el atormentado espíritu de Saúl, y le concede su buena disposición.

El reino de Israel, gobernado en ese entonces por Saúl, estaba en guerra con los filisteos. Estos contaban con un líder llamado Goliat, de estatura descomunal. Confiado en su gran fortaleza física, desafió a los ejércitos de Israel durante cuarenta días, a fin de que ellos eligieran a su mejor hombre, quien se enfrentaría a Goliat. Así se decidiría la batalla y el pueblo vencido sería 'esclavo' del ganador. David fue enviado por su padre para visitar a sus hermanos que estaban en el campamento, llevarles alimentos e informarse de su condición. Estando allí, escucha el desafío de Goliat. La Biblia muestra a David como "pastor", preocupado por defender a sus rebaños de los ataques de las fieras salvajes (leones, osos...) usando su talento y con la ayuda del cayado y la honda. Con base en ese antecedente posteriormente se ofrece, delante del rey Saúl, como voluntario para hacer frente al líder filisteo. Para los hebreos era un momento crucial de su existencia como nación autónoma. La batalla que se estaba gestando sería determinante. Es vestido con la armadura del mismo Saúl, pero al no estar acostumbrado a utilizar armadura, se deshace de ella, se dirige al campo de batalla con su honda y su cayado y recoge 5 piedras lisas de un arroyo.

Muerte de Goliat
Goliat se burla del cayado de David (asemejándolo a un simple "palo" (1ª Sam 17, 43), pero una vez trabada la pelea, David consigue vencer a su enemigo lanzando con su honda una piedra, que impacta en plena frente del gigante. Una vez caído, David corre hacia él y le corta la cabeza con su propia espada rematándole y se lleva la cabeza y las armas a su tienda. Así David consigue la primera de muchas victorias, que conseguirá confiando en Dios.

David ha ganado la confianza de los criados y la afición de todo el pueblo (1 Sam. 18,5). Pero ante la fama adquirida por ese joven, aparecieron los celos de Saúl (el rey), quien -alejándose de Dios- se está convirtiendo en “otra persona”. Comienza a perseguir a David, por lo que éste corre serio peligro y huye al desierto.

En la batalla con los filisteos (en Gilboá) el rey Saúl y su hijo Jonatán mueren. La denominada "Casa de Saúl" parece definitivamente anulada. David llora sus muertes y luego analiza la situación. Los adversarios (filisteos) se han hecho dueños de grandes regiones. Ante ello decide trasladarse hasta Hebrón, donde es ungido como rey. Por su parte, las tribus del norte procuran restablecer el poder de la debilitada Casa de Saúl, eligiendo como rey a Isboset, un descendiente del extinto rey Saúl.

Durante su permanencia en Hebrón, David era rey pero no conseguía el reconocimiento de las tribus norteñas de Israel. Lograr la unidad de las 12 tribus pasó a ser su objetivo primordial. Para ello, era indispensable alejarse de Hebrón, pues "allí estaban sus partidarios, sus familiares" (2 Sam. 2,3), allí "le habían nacido varios hijos", y todo ello era negativo para la independencia de criterio con que debía regir los destinos de un gran país. Sin embargo, con la muerte del hijo de Saúl, Jonatán con quien era amigo, los ancianos de Israel se acercan a Hebrón manifestando lealtad a David, por entonces de 30 años de edad.

Estaba muy claro que para lograr una total autonomía se necesitaba ubicar la capital en un lugar "neutral". El lugar ideal era Jebus, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte. Pero estaba ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, los cuales le expresaron: "Hueso y carne tuya somos" (2ª Sam 5:1-3) David se lanza a la conquista de la fortaleza de los jebuseos de Jebus y la hace su capital (se denominaría Ciudad de David ―luego Jerusalén―).

Parecía que la unidad se había conseguido. Las doce tribus reconocían a David como rey, como líder de una teocracia que pretendía instalar el "reino de Dios en la Tierra". El rey Hiram de Tiro envió mensajeros a David, y comenzó a suministrarle madera de cedro, también los carpinteros y albañiles para que construyeran la casa de David ".

David tiene la intención de construir un templo. Pero Dios le habla al profeta Nathan, diciéndole que el templo debe esperar a una generación futura, debido a que se han cometido crímenes. No obstante, hace un pacto con David, con la promesa de que establecerá la casa de David eternamente: «Tu trono será establecido para siempre."

Luego David conquistaría Soba y Aram (moderna Siria), Edom y Moab (actual Jordania), las tierras de los filisteos, así como de otros territorios, en muchos casos extermina gran parte de sus habitantes.

En los tiempos del sitio de Rabbah, David no asistió a la batalla quedándose en Jerusalén, después de una siesta, caminó por un terrado y observó en una casa vecina una mujer de hermosa apariencia bañándose y David la deseó. Se hizo informar y averiguó que su nombre era Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías, un soldado hitita principal que luchaba en Rabá. Esta condición no hizo desistir a David.

David la hace venir y yace con ella por lo que comete adulterio con Betsabé con la esposa de Urias el Hitita, mientras que su esposo luchaba en la batalla (en el sitio de Rabbah). El adulterio (para la mujer) era penalizado con la muerte en Israel. Betsabé queda embarazada, entonces David llama a Urias, a fin de que pueda estar con su esposa y ocultar la verdadera identidad del padre del niño. Sin embargo, Urías se niega a permanecer en su casa mientras sus compañeros están en la lucha, por lo que David cambia su estrategia: Lo envía de regreso al sitio de Rabbah pero da instrucciones a Joab (el comandante) para que sitúe a Urías en la parte frontal y mas difícil de la batalla, a fin de que lo mataran en combate. Betsabé guarda un luto por su esposo mientras un enamorado David espera.

David se casa con Betsabé (llegó a ser su esposa preferida) y ella lleva su hijo, "pero lo que había hecho David desagradó al Señor". El profeta Natán, sucesor de Samuel confronta a David, diciendo: "¿Por qué has despreciado la palabra de Dios, para hacer lo que es malo a sus ojos? Has herido a Urías, el hitita, con la espada y has tomado a su esposa para ser tu esposa" (2 Samuel 12:9). Por lo tanto, por adulterio y asesinato, Nathan declara que Dios le quitará la tranquilidad a su casa y al rey propiciándole zozobras continuas, un reino agitado, lleno de disturbios civiles violentos e intrigas. Además, aclaró David no iba a morir por esto (ya que David demuestra arrepentimiento); pero sí su hijo nacido de Betsabé.
Tal como lo había profetizado Natán, los errores del rey fueron la causa de diversos trastornos y zozobras a la llamada Casa de David. Uno de los hijos de David, Absalón cuya madre se llamaba Maachâ, y que había nacido en Hebrón, se rebela contra su padre, y llegan a luchar por el derecho al trono.

Todo ese tiempo de conflictos han deteriorado la imagen de David y su espíritu. Los sinsabores continuarían, pues Adonías (otro hijo nacido en Hebrón), también pretende reinar. Ambiciona el trono de su padre David, que por entonces ha perdido gran parte de su anterior prestigio.

Ya anciano, David estaba decrépito y postrado en cama. Aprovechando la debilidad de su padre, Adonías, su hijo superviviente (y heredero natural), se declara Rey. Betsabé, la esposa preferida de David, y Natan el profeta, temiendo por la actitud hostil del ambicioso Adonías, fueron con David para procurar un acuerdo que colocase a Salomón (el segundo hijo de Betsabé) en el trono.

David muere aproximadamente a los 70 años y es enterrado en ciudad de David. Había gobernado cuarenta años sobre Israel, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.